
¿Dónde quedaron aquellos maravillosos años en los que la familia de diez miembros se encajaban todos juntitos en un mini para ir a la playa? Pues no sé cómo se lo hacían pero lo conseguían. Luego estamos los de mi época que, aunque no éramos diez miembros, pero ocho sí... incluida la abuela, la tía, el bebé... con el carrito, la macro nevera hasta arriba de cubitos de hielo, los trescientos flotadores, el parasol... y nos lo pasábamos de miedo, todo el día en la playa, a pleno sol, con capas y capas de protector solar factor 15 (que en mi niñez eso era una barbaridad), y aún y así te ibas a casa más rojo que una gamba, esocío por el roce de la arena con el bañador y unos pelos... unos pelos que ponían el grito en el cielo.
Después de un paseo por el baúl de los recuerdos, vamos a por la tarta. Me la pidieron para regalarla a una familia a la que le encanta ir a la playa, y como la tienen bien cerquita, pues se aprovechan de poder hacer lo que más les gusta. Pretendía que fuera algo graciosa (un objetivo que tengo en prácticamente todas las tartas, sin llegar a ofender a nadie, por supuesto). Y creo que algo se consiguió... ¿qué os parece?

La tarta es un bizcocho brownie de chocolate negro, relleno de ganache de chocolate blanco y regado con sirope de cacao amargo. ¡¡Qué empacho de chocolate!!